jueves, 18 de noviembre de 2010

C´est quoi?

Mi París me acaba de presentar una de esas experiencias contradictorias que te suelen parecer, cuanto menos, curiosas. Acabo de ir a pelarme a un barrio donde había visto que eran bastante baratas las peluquerías (en el 11e, cerca de Bvd Voltaire). Buscando la que yo tenía apuntada, he encontrado otra que tenía un precio similar (15 euros, teniendo en cuenta que las de mi barrio no bajan de los 18, 24 o 26, no es demasiado abusivo). Como además, no había nadie, he entrado y la señora me ha atendido inmediatamente. Ella, francoasiática, estaba estudiando inglés, ya que no había ningún cliente.

El caso es que me ha gustado mucho como me ha tratado, como me ha pelado y toda su gran amabilidad. Pero, en su entusiasmo por hablar con alguien, hemos profundizao bastante en una conversación que se iba volviendo cada vez más extraña. Mientras me pelaba, he visto que tenía una figura de una virgen (sí, una virgen de las nuestras, de escayola de to la vida) y le he preguntao si era católica. Resulta que además de una mujer católica, me ha pelado poco menos que la secretaria general de la sección femenina de la Falange, o del partido Nazi. Siendo ella de orígen no francés (su padre sí, su madre camboyana), me ha resultado curioso lo racista que era. Me ha estado explicando que lleva a su hija (que está estudiando español y le ha enseñado que cheveux es pelo) a un colegio católico, porque viven en las afueras, y “los colegios de las afueras están llenos de arabes et noirs, que están todo el día drogándose y no trabajan”. Así de drástico.

También dicía que los patrons franceses prefieren a los asiáticos porque no se meten en problemas y son muy trabajadores (ella está muy a favor de la reforma de las pensiones, por supuesto). Y que le llama mucho la atención y no entiende como en España (y ahí es donde me he acojonao), que según ella es un país donde el 99% de la gente es católica, se ha permitido el matrimonio homosexual. “Con lo inhumano y antinatural que es, sobre todo para los niños”. Yo, más callao que en misa (nunca mejor dicho), sólo atinaba a decir cosas que intentaran desviar la conversación. Porque claro, estás en las manos de alguien que tiene tijeras y cuchillas cerca de tu cuello de homosexual, y con mi nivel de francés tampoco podía replicar tal cantidad de barbaridades. Le he dicho simplemente que no estaba de acuerdo y que me parecía muy bien lo del matrimonio homosexual. Se ha vivido un pequeño momento de estos de tensión incómoda, pero poco a poco, se ha vuelto a poner a hablar y a soltar perlitas de las suyas.

Sus comentarios parecían sacados, poco menos que de las vecinas fachas de 'Cuéntame'. Por su posición ideológica parecíamos estar poco antes de la IIGM, más o menos. Creo que nunca he estado con alguien que tuviera tantos clichés juntos, metidos todos en un cerebrito de persona normal (y tampoco había estado tan ‘en sus manos’). No entiendo en general el racismo, pero menos si viene por parte de alguien que es potencialmente víctima de él. Cómo en vez de rechazarlo, lo genera de esa manera tan intensa además.

Me ha hecho pensar que me ha gustado ir, egoísta y burguesmente porque me ha gustado cómo me ha dejado, y porque la fin y al cabo, era amable conmigo. Además ha superado la barrera de ‘miedo’ que tenía a que no me entendieran y me pelaran de una forma que yo no quisiera. Hasta ahí bien. Pero por otra parte, he salido de allí bastante nervioso, muy muy tenso. He pensado en si volveré y creo que no. Me imagino (y espero) que habrá más, mejores y más baratas peluquerías en Mi París. Además, no quiero darle dinero a alguien que puede emplearlo de forma tan injusta.

Ah!

Por cierto. Hemos estado en Bordeaux, Clara y yo la semana pasada. Nos ha gustado mucho. Nos ha parecido muy buena la idea de dejar París por unos días. De verla desde otro fuera que no es nuestro país, estando dentro de Francia. Fue un viaje divertido y sobre todo, sabroso. Creo que nunca he probado un cous cous tan bueno como el del mercado de Les Capucins, un café tan bien hecho como el del Apollo y un vino tan… en verdad, vino, no hemos bebido mucho (delito de los gordos). Pero seguro que también es maravilloso.

En fin, vayan ustedes sin (no con) Dios, por favor.

domingo, 7 de noviembre de 2010

Tardor

Llegó a Mi París el otro día. Como si no hiciera más de dos semanas que tendría que haber venido. De repente, la mitad de las hojas de los árboles se cayeron sin dejar ni un hueco para ver las aceras asfaltadas, tan lisas y europeas.

Y fue de golpe. Subió la temperatura, --lo que está empezando a mosquearme otra vez-- y pum! Todas al suelo. El Jardin des Plantes se hizo más bucólico aún. Y quitando ese momento en que los guardas cierran las puertas y te dejan dentro, sudado, con 40 señoras parisinas enfurecidas, es precioso. Menos mal que quedó en un susto.

Porque el deporte tiene sus riesgos. No es tan sano como dicen ‘los expertos’. Yo, ciertamente lo hago porque me gusta mirar mientras corro, lo que hace la gente. (Y para recuperar mi culo, claro). En Mi París se ven personas más curiosas que en mi Parque Amate (que no obstante, también tiene su fauna). El otro día había una mujer oriental poniendo posturas durante 10 minutos sin moverse (no sé si era tai chi, yoga o qué historia lo que hacía) y me llamó mucho la atención. Eran posturas sencillas, pero imposibles de mantener para mí. Es fácil entretenerte mirando porque siempre hay niños de excursión, o en algún descanso de los colegios cercanos. También adolescentes comiendo cosas del McDo de abajo mía, o universitarios fumando cigarrillos y pelando la pava.

Pero en serio, es peligroso. Cada día cierra antes, tiene desniveles que me recuerdan a aquella maldita caseta de feria que me dejó en muletas, y te chocas con los niños que corretean en la parte del tiovivo decadente que nunca puede faltar en un parque/plaza/cualquierespaciopúblico de Mi París.

Yo, para complementar mi deportividad, se supone que estoy apuntado a Musculation, en el gimnasio de París VIII, pero sólo he ido una vez. En verdad nunca me han gustado esos sitios y entre unas cosas y otras, siempre termino faltando por olvidarme la toalla, haberme cambiado una clase porque es horrible, o porque me la cambien ellos, da igual. El caso es que me propuse el tema del deporte este año por aquello de mantenerse y esas cosas. Pero nada. No hay manera.

En estas semanas también he intentado irle sacando más provecho a mi Libre Pass de la cinémathèque. Y eso sí lo he conseguido, más o menos. A parte de lo de Twin Peaks, hemos ido a ver El Viaje de Chihiro. Y quién me iba a decir a mí que vería una peli japonesa de animación tan a gusto. A gusto y cansado, porque en la primera parte fue inevitable el sueñecito. Pero muy bien. Después había un seminario impartido por un señor que se parece a Alberti, para explicar un poco de qué van todas esas mitologías japonesas que aparecen con la pequeña Chihiro. Lo que pasa es que era jueves noche, y apetecían más unas cervecitas que nunca llegaron a ser tomadas. Con el ansia, nos fuimos a comer a un “Chino-Japonés, de lo más antuiguou”, en honor a Confucio, ese gran inventor de la confusión, como todas las misses saben.

Decidimos que los jueves se convertirán en jueves de cine. Porque como ya he dicho, hemos hecho algunos cambios en nuestro acuerdo de estudios, y esa tarde se queda libre. Clara y yo acordamos no ir plus jamais a la clase de Droit de la Communication. El profesor acostumbra por sistema a llegar tarde porque sí y encima dice tan a gusto cuando llega que “esto no es una clase verdaderamente, ¿no?, venimos a debatir, tal…”. O sea, que te llevas 50 minutos esperando a un profesor (algo que nunca se haría en Sevilla) para, realmente nada. Porque no se hace nada. “Y no tiene derecho a robarnos tres horas a la semana de nuestra vida”, dice Clara con toda la razón. Sus clases consisten en leernos un artículo de algún periódico e irlo comentando, como si no lo pudiéramos hacer en casa. Así que Derecho se hará en la Fcom, como está mandao.

"Más cositas"

El otro día, mis compañeras de piso y yo decidimos hacer este fin de semana una fiesta en casa. Y la verdad es que ha salido bien, para lo que pudo haber sido. Como de costumbre, nos vinimos arriba en el Lidl de République, comprando cosas. Y claro, luego lo pagamos en el metro teniendo que cargar con un carro, un saco de 10 kilos de patatas y como 8 bolsas entre los tres.

En la fiesta, la casa se llenó de repente de alemanes cachondos que se liaban en la cocina. También hubo algún típico pesao de los que no se van ni con agua hirviendo y en general la comida y la bebida animaron al personal. Estuvo precedida por una soirée más íntima, el día anterior, para ver la maravillosa producción que Telecinco ha hecho en nuestro país para narrar el noviazgo de nuestros futuros reyes. Y sobre eso, sobran las palabras. El caso es que hemos pasado un fin de semana apañaíto.

Para el que viene: puente (otra vez). Como si no hubiera suficiente con huelgas y todos los santos, a los franceses les da por celebrar el fin de la Primera Guerra Mundial el día 11, ya ves tú. Ese mismo día cogeremos un tren hasta Bordeaux y nos quedaremos hasta el domingo conociendo un poco la Francia profunda. Será un viaje bonito, seguro. Y espero que barato, también.

Tengo tres días para aprovechar al máximo y recuperar mi moral productiva otra vez. Toca trabajar, que ya es hora. Como propósito de la semana está el rendir lo más posible académicamente y aprender a dejar de ser un incrédulo (toma ya, momento melodramático). Espero que no me cuesten mucho las dos cosas y que, aunque sea difícil, llegue a tener esa sensación de haber cumplido. Lo segundo es muy complicado en una semana, ya lo sé. Pero en algún momento tendré que empezar.

La tardor me gusta, pero más me gusta el invierno.